Palidecer de tan felices no resulta tan extraño. Sobre las hojas y mirarnos, un satélite en tu mano que avanza firme y con aplomo. Quizás el mundo no es de todos, es tuyo y mio, es mio y tuyo nada más. Y asimilar que no hay espacio, solo nos queda una razón que nadie entiende.
Por dentro, donde nadie sabe verte, donde nadie se ha atrevido a entrar, donde dicen que hay peligro de derumbe, donde a veces siempre duele, donde cuesta respirar.
Los domingos pasearemos de la mano y los lunes correré hasta tus labios. Tal vez vaya a buscarte...
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